Llegamos a un momento trascendente en la vida pública de JESÚS, es el momento en el que nace la iglesia, asentada sobre Pedro como base, cimiento y clave, en hombres comunes, esos doce a los que dice:
VEN Y SÍGUEME.
Ese sígueme, esa mirada de Jesús, lo cambia todo…
Dejan sus vidas, su existencia anterior y siguen al maestro…
Como a niños, les enseña, les forma, hace palabra del ejemplo dado, de los hechos…
Enseña haciendo y luego hablando...
Se pone a la altura del más pequeño y con palabras sencillas explica fundamentos trascendentes.
Hace sencillo lo difícil y lo difícil lo hace sencillo…
Trae un nuevo mandamiento que todo lo reúne, un mandamiento de Amor…
Amarás a Dios sobre todas las cosas…
Y al Prójimo como yo te he amado a ti…
Siempre un mandamiento de amor.
Nos enseña ese casi imposible mandamiento de perdonar… hasta tus propios enemigos, hasta de tus propios verdugos.
Ese:
¡Perdónales Padre, porque no saben lo que hacen!
Grito de amor desde la Cruz, de aquel, que sin pecado alguno cargo con las culpas de todos, hasta con su propia vida para salvarnos, librándonos de ese pecado original, fruto del orgullo y la soberbia del Hombre y que Dios desde ese leño con humildad destruyo.
Que gran Grito de amor, repetido por tantos mártires:
¡Perdónales Señor porque no saben lo que hacen!
Grito salvífico, desde esa misma Cruz, símbolo y ejemplo del maestro, que tantos siervos de Dios imitaron, entregando su propia vida por causa de su fe y como ejemplo imperecedero de su eterno compromiso de amor, sello indeleble del cristiano, del humilde hijo de Dios.