Tal vez sea útil recordar que nadie puede enfadarse con un hecho.
Son siempre las interpretaciones las que dan lugar a las emociones negativas, aunque éstas parezcan estar justificadas por lo que aparentemente son los hechos o por la intensidad del enfado suscitado.
Éste puede adoptar la forma de una ligera irritación, tal vez demasiado leve como para ni siquiera poderse notar claramente.
O puede también manifestarse en forma de una ira desbordada acompañada de pensamientos de violencia, imaginados o aparentemente perpetrados.
Esto no importa.
Estas reacciones son todas lo mismo.
Ponen un velo sobre la verdad, y esto no puede ser nunca una cuestión de grados.
O bien la verdad es evidente, o bien no lo es.
No puede ser reconocida sólo a medias.
El que no es consciente de la verdad no puede sino estar contemplando ilusiones.