Hay momentos en que el corazón se da cuenta de algo que no siempre queremos admitir: El quedarse igual, duele; el detenerse desgasta y no avanzar, aunque parezca cómodo, termina siendo un peso agotador y Dios no nos diseñó para una vida inmóvil, nos creó para crecer, para ser transformados, para ir de gloria en gloria.