Después de acabar con las vidas Joram, Ocozías y Jezabel, Jehú borra toda huella de la familia de Joram, designada como Ajab, toda huella de la familia de Ocozías y, finalmente, toda huella de los profetas y seguidores de Baal apoyados por Jezabel. Pero Jehú, una vez que extirpó de Israel a Baal, siguió adorando a los becerros de oro que había en Betel y en Dan. De ahí que el reinado de Jehú se valore negativamente y que los reveses que Jehú sufre frente a los enemigos exteriores sean presentados como castigo de Dios a Israel.