Cualquier clase de enfermedad puede definirse como el resultado de jno verse a sí mismo débil, vulnerable, malvado y en peligro y, por ende, en constante necesidad de defensa.
Sin embargo, si el yo fuese realmente así, cualquier defensa sería inútil.
Las defensas que se procuran por lo tanto, no pueden sino ser mágicas.
Deben superar todos los límites percibidos en uno mismo y, simultáneamente, forjar un nuevo concepto propio en el cual el antiguo no tenga cabida.