Ezequías, rey de Judá, se nos presenta como un rey que hizo lo recto a los ojos del Señor en todo, tal como lo había hecho su padre David. Además, el rey Ezequías destruyó los lugares de culto diseminados por Judea y la serpiente de bronce que se adoraba como si fuera un ídolo. En el año decimocuarto de su reinado, Senaquerib, rey de Asiría, tomó todas las ciudades fortificadas de Judá e impuso a Ezequías un enorme tributo. Senaquerib envió emisarios a Jerusalén que instaron al pueblo a entregarse a él para no ser destruidos.