Una vez en Jerusalén, Esdras y su comitiva ofrecen holocaustos al Dios de Israel en el Templo de Jerusalén y, a continuación, Esdras presenta sus credenciales ante los funcionarios del rey para que le permitan realizar la misión que le ha sido encomendada por el propio rey Artajerjes. El primer problema con el que se encuentra Esdras es el de los matrimonios mixtos. Esdras se duele profundamente al comprobar que el pueblo de Dios se ha mezclado con las gentes paganas del país y, por tanto, con sus cultos paganos: el pueblo no vive la santidad que los profetas exigían para la restauración de Israel. Finalmente, el pueblo confiesa su pecado.