Vivir de la fe nos hace simples servidores que corrigen y perdonan con amor.

¿Pido en mi oración: ¡Señor, aumenta mi fe! o pido el milagro precisamente para no vivir de la pura fe? ¿Hago el ejercicio de la corrección fraterna en mi comunidad o me quedo callado justificándome que no soy quién para corregir a los demás? ¿Soy perseverante en la oración aún cuando la desesperación o la desilusión se hace presente en mi vida?