Es muy probable que hemos entendido mal. Creemos que para que el otro sea feliz, se vale sacrificar nuestros sueños, deseos o nuestra propia vida; y en el caso de nuestros hijos, parece que la consigna es sacrificarnos por ellos. Pero, ¿es lo correcto? ¿Es lo ideal para nuestras vidas? Entendamos el contexto para liberarnos de ese concepto.