La resurrección, dicho llanamente, es la superación de la muerte o el triunfo sobre ella.
Es un redespertar o renacimiento; un cambio de parecer con respecto al significado del mundo.
Es la aceptación de la interpretación del Espíritu Santo con respecto al propósito del mundo; la aceptación de la Expiación en uno mismo.
Es el fin de los sueños de aflicción y la jubilosa conciencia del sueño final del Espíritu Santo.
Es el reconocimiento de los dones de Dios.
Es el sueño en el que el cuerpo opera perfectamente al no tener otra función que la de ser un medio de comunicación.
Es la lección con la que concluye el aprendizaje, pues con ella se consuma y se transciende.
Es la invitación a que Dios dé el paso final.
Es el abandono de cualquier otro propósito, cualquier otro interés, cualquier otro deseo o cualquier otro empeño.
Es el deseo único de estar con el Padre que tiene Su Hijo.