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En abril de 1982, Emilio Merino Lacoste asumió como alcalde de Pichilemu, designado por la dictadura militar. Durante su gestión impulsó obras clave como la transformación del consultorio en hospital, la reparación del sistema de agua potable, el raspado y nivelación de calles y la instalación de una antena repetidora de televisión. Sin embargo, estas mejoras convivieron con un fuerte control político y la presencia constante del aparato represivo, regulando desde actos públicos hasta radiocomunicaciones.
En 1984, René Maturana asumió la alcaldía, continuando la modernización urbana con proyectos como la pavimentación de la Costanera, la creación de escuelas rurales, el internado municipal y la biblioteca local. Con el regreso de la democracia en 1992, Orlando Cornejo fue elegido alcalde y centró su gestión en la electrificación rural, el mejoramiento educativo y sanitario, y la consolidación de servicios básicos y espacios públicos. Esta década refleja el tránsito de Pichilemu de una comuna controlada por la dictadura a una comunidad que recupera su voz y su desarrollo.
By Diego GrezEn abril de 1982, Emilio Merino Lacoste asumió como alcalde de Pichilemu, designado por la dictadura militar. Durante su gestión impulsó obras clave como la transformación del consultorio en hospital, la reparación del sistema de agua potable, el raspado y nivelación de calles y la instalación de una antena repetidora de televisión. Sin embargo, estas mejoras convivieron con un fuerte control político y la presencia constante del aparato represivo, regulando desde actos públicos hasta radiocomunicaciones.
En 1984, René Maturana asumió la alcaldía, continuando la modernización urbana con proyectos como la pavimentación de la Costanera, la creación de escuelas rurales, el internado municipal y la biblioteca local. Con el regreso de la democracia en 1992, Orlando Cornejo fue elegido alcalde y centró su gestión en la electrificación rural, el mejoramiento educativo y sanitario, y la consolidación de servicios básicos y espacios públicos. Esta década refleja el tránsito de Pichilemu de una comuna controlada por la dictadura a una comunidad que recupera su voz y su desarrollo.