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Un día un hombre muy rico le pregunta a sus tres hijas cuanto le quieren. La mayor le responde que más que a su vida, la segunda más que a nada en el mundo, y la más joven de las tres compara el amor que siente por su padre con lo mucho que la carne fresca necesita sal. La respuesta de la más joven enfurece al gentilhombre, que le echa de casa. Sin tener a dónde ir la muchacha camina hasta llegar a un pantano, dónde con los juncos se hace una caperuza que la cubre de pies a cabeza. Con la caperuza puesta, ocultando sus lujosos ropajes, la muchacha continúa buscando un lugar en dónde la acojan, hasta que encuentra una gran mansión, en la que ofrece sus servicios como criada. Al principio no la aceptan, pero ella tanto insiste que al final consigue que la contraten para fregar los cacharros de la cocina. Como la muchacha no les dice como se llama, y nunca se quita la capa de juncos delante de nadie, todos la llaman Capa de Juncos.
Resulta que en los alrededores se celebraba una fiesta a la que asistirían todas las personas distinguidas del lugar, y el señor de la casa le dio permiso a los criados para ir al baile a echar un vistazo, pero Capa de Juncos dijo que ella no iría, pues estaba demasiado cansada.
En cuanto se quedo sola Capa de Juncos se quito la caperuza, se lavo y asiste al baile, en el que el hijo del amo de la casa en la que trabaja se enamora de ella en cuanto la ve, y durante toda la velada no baila con nadie más que con ella.
Al terminar la fiesta Capa de Juncos se marcha corriendo a casa y consigue llegar antes que los demás. Cuando las otras criadas vuelven se encuentran a Capa de Juncos en la cocina con su aspecto habitual, y cómo Capa de Juncos se hace la dormida la dejan en paz. A la mañana siguiente las otras criadas no pueden parar de hablarle a Capa de Juncos de la hermosa muchacha desconocida que vieron en el baile. Capa de Juncos finge no saber quién es y comenta que le gustaría a verla a ella también, pero por la tarde, cuando dan otra fiesta a la que los criados pueden ir a dar un vistazo, Capa de Juncos vuelve a decir que no le apetece ir porque está demasiado cansada, y en cuanto la dejan sola se quita la capa de juncos, se lava y va al baile.
El hijo del patrón vuelve a bailar exclusivamente con ella durante toda la noche, y al terminar la fiesta Capa de Juncos logra otra vez escabullirse con éxito y llegar a la casa antes que el resto de los sirvientes, que cuando llegan la vuelven a encontrar con la capa de juncos puesta, haciéndose la dormida. A la mañana siguiente las criadas vuelven a hablarle a Capa de Juncos de la hermosa doncella que vieron en el baile, con la que el joven amo bailo toda la noche, y que Capa de Juncos tenía que ir con ellas al baile que se celebraba aquella tarde para poder por fin verla.
Pero cuando llego la hora Capa de Juncos les dijo otra vez que no quería ir, porque estaba demasiado cansada. Una vez sola Capa de Juncos se quito la capa y fue al baile, en el que de nuevo bailo con el joven amo, quién le dio un anillo. Al acabar la fiesta Capa de Juncos se escabullo de nuevo, y al día siguiente las criadas la dijeron que era una lástima que no hubiera ido con ellas la última noche, pues era el último baile, y ya no surgirían más oportunidades para volver a ver a la hermosa doncella.
El joven amo, mientras, había tratado de averiguar quién era y dónde vivía la joven con la que había bailado tres noches seguidas, pero por más que busco no pudo dar con ella. Desesperado ante la idea de que no volvería a verla, el joven amo cayo gravemente enfermo.
Cuando Capa de Juncos se entero de que habían mandado prepararle unas gachas al joven amo, la muchacha le pidió a la cocinera que la dejase preparar a ella las gachas. La cocinera al principio se negó, pero al final accedió,
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Un día un hombre muy rico le pregunta a sus tres hijas cuanto le quieren. La mayor le responde que más que a su vida, la segunda más que a nada en el mundo, y la más joven de las tres compara el amor que siente por su padre con lo mucho que la carne fresca necesita sal. La respuesta de la más joven enfurece al gentilhombre, que le echa de casa. Sin tener a dónde ir la muchacha camina hasta llegar a un pantano, dónde con los juncos se hace una caperuza que la cubre de pies a cabeza. Con la caperuza puesta, ocultando sus lujosos ropajes, la muchacha continúa buscando un lugar en dónde la acojan, hasta que encuentra una gran mansión, en la que ofrece sus servicios como criada. Al principio no la aceptan, pero ella tanto insiste que al final consigue que la contraten para fregar los cacharros de la cocina. Como la muchacha no les dice como se llama, y nunca se quita la capa de juncos delante de nadie, todos la llaman Capa de Juncos.
Resulta que en los alrededores se celebraba una fiesta a la que asistirían todas las personas distinguidas del lugar, y el señor de la casa le dio permiso a los criados para ir al baile a echar un vistazo, pero Capa de Juncos dijo que ella no iría, pues estaba demasiado cansada.
En cuanto se quedo sola Capa de Juncos se quito la caperuza, se lavo y asiste al baile, en el que el hijo del amo de la casa en la que trabaja se enamora de ella en cuanto la ve, y durante toda la velada no baila con nadie más que con ella.
Al terminar la fiesta Capa de Juncos se marcha corriendo a casa y consigue llegar antes que los demás. Cuando las otras criadas vuelven se encuentran a Capa de Juncos en la cocina con su aspecto habitual, y cómo Capa de Juncos se hace la dormida la dejan en paz. A la mañana siguiente las otras criadas no pueden parar de hablarle a Capa de Juncos de la hermosa muchacha desconocida que vieron en el baile. Capa de Juncos finge no saber quién es y comenta que le gustaría a verla a ella también, pero por la tarde, cuando dan otra fiesta a la que los criados pueden ir a dar un vistazo, Capa de Juncos vuelve a decir que no le apetece ir porque está demasiado cansada, y en cuanto la dejan sola se quita la capa de juncos, se lava y va al baile.
El hijo del patrón vuelve a bailar exclusivamente con ella durante toda la noche, y al terminar la fiesta Capa de Juncos logra otra vez escabullirse con éxito y llegar a la casa antes que el resto de los sirvientes, que cuando llegan la vuelven a encontrar con la capa de juncos puesta, haciéndose la dormida. A la mañana siguiente las criadas vuelven a hablarle a Capa de Juncos de la hermosa doncella que vieron en el baile, con la que el joven amo bailo toda la noche, y que Capa de Juncos tenía que ir con ellas al baile que se celebraba aquella tarde para poder por fin verla.
Pero cuando llego la hora Capa de Juncos les dijo otra vez que no quería ir, porque estaba demasiado cansada. Una vez sola Capa de Juncos se quito la capa y fue al baile, en el que de nuevo bailo con el joven amo, quién le dio un anillo. Al acabar la fiesta Capa de Juncos se escabullo de nuevo, y al día siguiente las criadas la dijeron que era una lástima que no hubiera ido con ellas la última noche, pues era el último baile, y ya no surgirían más oportunidades para volver a ver a la hermosa doncella.
El joven amo, mientras, había tratado de averiguar quién era y dónde vivía la joven con la que había bailado tres noches seguidas, pero por más que busco no pudo dar con ella. Desesperado ante la idea de que no volvería a verla, el joven amo cayo gravemente enfermo.
Cuando Capa de Juncos se entero de que habían mandado prepararle unas gachas al joven amo, la muchacha le pidió a la cocinera que la dejase preparar a ella las gachas. La cocinera al principio se negó, pero al final accedió,