Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

339. Seetetelané (Leyenda Africa)


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Había una vez un hombre de gran pobreza que tenía que cazar ratones para sobrevivir y que carecía prácticamente de todo, siendo sus ropas tejidas a partir de la piel de los animales que cazaba y pasando a menudo frío y hambre. No tenía tampoco familia ni pareja, y pasaba su tiempo cazando o bebiendo.

Un día, mientras cazaba ratones, encontró un enorme huevo de avestruz que pensó en comerse más adelante. Lo llevó a su casa y lo escondió allí antes de volver a buscar más comida. Cuando volvió, tras haber conseguido solo dos roedores, se encontró con algo verdaderamente inesperado: tenía una mesa puesta y preparada con carne de cordero y pan. El hombre, viendo las viandas, se preguntó si se habría casado sin saberlo.

En ese momento del huevo de avestruz salió una hermosa mujer, que se presentó como Seetetelané. La mujer le indicó que permanecería con él como su esposa, pero le advirtió que jamás la llamara hija del huevo de avestruz o se desvanecería para no volver jamás. El cazador prometió no volver a beber para evitar llamarla jamás de ese modo.

Pasaron los días juntos y felices, hasta que un día la mujer le preguntó si le gustaría ser jefe de tribu y poseer toda clase de riquezas, esclavos y animales. El cazador le preguntó si podía proporcionárselos, a lo que Seetetelané rió y con un golpe de su pié abrió el suelo, saliendo de él una gran caravana con todo tipo de bienes, servidores, esclavos y animales.

Además, la mujer le hizo ver que se había vuelto joven que sus ropas eran cálidas y valiosas. También la casa se había transformado en otra, pasando de ser una choza a un hogar de piedra repleta de pieles.

Pasó el tiempo y el cazador hizo de líder para los suyos durante un tiempo, hasta que en una celebración el hombre empezó a beber. Debido a ello empezó a comportarse de manera agresiva, a lo que Seetetelané intentó calmarlo. Pero este la empujó y la insultó, llamándola hija de un huevo de avestruz.

Esa misma noche, el cazador sintió frío, y al despertar vio que ya no quedaba nada más que su antigua choza. Ya no era líder, no tenía animales ni sirvientes, ni sus ropas eran cálidas. Y ya no tenía a Seetetelané. El hombre se arrepintió de lo que había hecho y dicho. Unos pocos días más tarde, en parte debido a que se había acostumbrado a un nivel de vida mejor, el hombre enfermó y murió.

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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyendaBy Juan David Betancur Fernandez

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