Cuando tenemos mal aliento bucal, muchas veces el problema no está en los dientes, sino en la garganta o en nuestro estómago. Pasa lo mismo cuando de nuestra boca salen malas palabras, pues el problema no está en la boca, sino en el corazón, en nuestra mente. Jesus nos invita a mantener limpio y aseado nuestro corazón, así de nuestra boca solo saldrán cosas buenas.