
Sign up to save your podcasts
Or
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.
Había una vez un hombre casado que tenía dos hijos. El hombre vivía de su trabajo y del sudor de frente podía conseguir lo necesario para vivir. El hombre y su esposa tenían dos hijos. Sus dos hijos eran inseparables. Desde muy pequeños los niños seguían al padre ayudandele a cultivar la parcela que era de su propiedad y además le ayudaban a cuidar las ovejas que los alimentaban y les daba lana para sus vestidos.
El hombre anteriormente había vivido en la casa de su padre, que era más que un rey, el era dueño de todo lo que se podía observar, pero alguna vez se atrevio a desafiar las ordenes de su padre y de castigo el padre decidió que debian abandonar su propiedad. Cosa que hicieron sin protestar. Su vida cambio inmediatamente de vivir comodamente y gozar de todos los placeres de la vida sin tener que mover un solo dedo, ahora tenían que trabajar de sol a sol. El y su pareja se instalaron más allá de las frontera de la propiedad de su padre. Allí con el esfuerzo diario alcanzaron a tener lo básico requerido. Con el tiempo nacieron sus dos hijos. Uno de ellos menor, el otro color trigueño.
Desde muy pequeños los dos muchachos se hicieron muy amigos y todo lo compartían. Pero si bien ambos eran hijos de la misma pareja, eran en muchas maneras muy diferentes. El menor era menor como el sol, atletico y muy jovial, el otro era mayor como la noche, mal humorado y poco dedicado a los deportes.
El pequeño con el tiempo se fue dedicando a la crianza y cuidado de las ovejas de su padre, mientras que el mayor sembraba y cuidaba de las parcelas de cultivo. Ambos tenían sus quehaceres muy específicos y poco intervenían en las labores del otro.
El mero era bastante alegre y le gustaba jugar bromas pesadas a su hermano el mayor. Un día le escondio los utensilios de trabajo y el muchacho tuvo que sembrar y recoger todo el día usando sus manos. Cuando llego al hogar vio como su menor hermano no solo lo miraba burlonamente, si no que además lo estaba acusando con su madre de que el había perdido el azadon y la pala que utilizaba para sembrar. La madre que adoraba a su hijo el menor, la emprendió inmediatamente contra el mayor acusándolo de desordenado por haber perdido los utensilios de trabajo. El pobre muchacho mayor solo alcanzo a balbucear alguna disculpa y se marcho a su cuarto, mascullando una venganza y deseoso de desquitarse.
En otra ocasión el menor mato una serpiente que había entrado a su habitación, el mayor que amaba a los animales le reclamo pero el menor le dijo que recordara como su madre les temia a esos animales. Y asi el menor tomo la serpiente y se la llevo a su madre. La madre al verlo llegar con una de ellas, lo lleno de besos y abrazos. Y cuando el mayor le hizo el reclamo de porque le agradecia la muerte de tan bello animal y que ella siempre les había dicho que debian cuidar y proteger a todos los seres vivientes, la madre lo desprecio y le dijo que bien bruto había nacido para no entender porque esos animales eran tan dañinos.
Cuando se acercaba el invierno, el mayor recogio los frutos de la siembra de la parcela y se la llevo a su padre, pero en ese momento, su hermano el menor, se acerco con la lana de la esquila de las ovejas y el padre al ver la bella lana se alegro mucho y abrazando a su hijo menor le dio las gracias de manera efusiva, dejando de lado los frutos traídos por su hijo mayor. Aquel hijo se sintió rechazado como tantas veces había sucedido y frustrado sintió que su padre no le había agradecido por los frutos de su labor en el campo sembrando y cosechando.
Pero un día ambos muchachos salieron al campo a trabajar, mien
5
55 ratings
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.
Había una vez un hombre casado que tenía dos hijos. El hombre vivía de su trabajo y del sudor de frente podía conseguir lo necesario para vivir. El hombre y su esposa tenían dos hijos. Sus dos hijos eran inseparables. Desde muy pequeños los niños seguían al padre ayudandele a cultivar la parcela que era de su propiedad y además le ayudaban a cuidar las ovejas que los alimentaban y les daba lana para sus vestidos.
El hombre anteriormente había vivido en la casa de su padre, que era más que un rey, el era dueño de todo lo que se podía observar, pero alguna vez se atrevio a desafiar las ordenes de su padre y de castigo el padre decidió que debian abandonar su propiedad. Cosa que hicieron sin protestar. Su vida cambio inmediatamente de vivir comodamente y gozar de todos los placeres de la vida sin tener que mover un solo dedo, ahora tenían que trabajar de sol a sol. El y su pareja se instalaron más allá de las frontera de la propiedad de su padre. Allí con el esfuerzo diario alcanzaron a tener lo básico requerido. Con el tiempo nacieron sus dos hijos. Uno de ellos menor, el otro color trigueño.
Desde muy pequeños los dos muchachos se hicieron muy amigos y todo lo compartían. Pero si bien ambos eran hijos de la misma pareja, eran en muchas maneras muy diferentes. El menor era menor como el sol, atletico y muy jovial, el otro era mayor como la noche, mal humorado y poco dedicado a los deportes.
El pequeño con el tiempo se fue dedicando a la crianza y cuidado de las ovejas de su padre, mientras que el mayor sembraba y cuidaba de las parcelas de cultivo. Ambos tenían sus quehaceres muy específicos y poco intervenían en las labores del otro.
El mero era bastante alegre y le gustaba jugar bromas pesadas a su hermano el mayor. Un día le escondio los utensilios de trabajo y el muchacho tuvo que sembrar y recoger todo el día usando sus manos. Cuando llego al hogar vio como su menor hermano no solo lo miraba burlonamente, si no que además lo estaba acusando con su madre de que el había perdido el azadon y la pala que utilizaba para sembrar. La madre que adoraba a su hijo el menor, la emprendió inmediatamente contra el mayor acusándolo de desordenado por haber perdido los utensilios de trabajo. El pobre muchacho mayor solo alcanzo a balbucear alguna disculpa y se marcho a su cuarto, mascullando una venganza y deseoso de desquitarse.
En otra ocasión el menor mato una serpiente que había entrado a su habitación, el mayor que amaba a los animales le reclamo pero el menor le dijo que recordara como su madre les temia a esos animales. Y asi el menor tomo la serpiente y se la llevo a su madre. La madre al verlo llegar con una de ellas, lo lleno de besos y abrazos. Y cuando el mayor le hizo el reclamo de porque le agradecia la muerte de tan bello animal y que ella siempre les había dicho que debian cuidar y proteger a todos los seres vivientes, la madre lo desprecio y le dijo que bien bruto había nacido para no entender porque esos animales eran tan dañinos.
Cuando se acercaba el invierno, el mayor recogio los frutos de la siembra de la parcela y se la llevo a su padre, pero en ese momento, su hermano el menor, se acerco con la lana de la esquila de las ovejas y el padre al ver la bella lana se alegro mucho y abrazando a su hijo menor le dio las gracias de manera efusiva, dejando de lado los frutos traídos por su hijo mayor. Aquel hijo se sintió rechazado como tantas veces había sucedido y frustrado sintió que su padre no le había agradecido por los frutos de su labor en el campo sembrando y cosechando.
Pero un día ambos muchachos salieron al campo a trabajar, mien