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Había una vez un explorador que había oído una historia sobre una isla en la zona más meridional de la antártica había una isla habitada por osos polares. Como era de todos sabido los osos polares habitan solamente los hielos perpetuos de el artico y nunca, nunca se ha descrito la presencia de osos en las tierras e islas de la Antártida. El explorador preso de su deseo de adquirir fama e intrigado por la historia que había llegado a sus oídos decidió ir más allá y tratar de encontrar si tal historia podía ser verdad.
Reuniendo algunos fondos viajo a Ushuaia, la ciudad más al sur y allí decidido contrato un barco y una tripulación que lo acompañara en tan extraña aventura. La isla de los osos polares. Los habitantes de Ushuaia simplemente se burlaban de el y aunque lo creían loco, el dinero ofrecido convenció al capital de un pequeño barco y su tripulación para aventurarse en las islas en busca de tal isla.
Aprovechando las buenas corriente, el explorador salió con su barco y comenzaron a recorrer la costa de la antártica en busca de una leyenda imposible. Una isla habitada de osos blancos polares. La sola idea de encontrarla podía se considerada descabellada y podría al mismo tiempo representar el mayor descubrimiento de la zoología mundial desde que Darwin visito las islas galápagos.
Después de varias semanas navegando llegaron a la frontera de la antártica y sin ningún plan, excepto salir de allí antes de que el invierno llegara a ellos, comenzaron a explorar las innumerables islas. Una a una fueron una total decepción y ya cuando el invierno comenzaba a hacer presencia decidieron que debían regresar a Ushuaia. Esa noche pasaron cerca a una de las islas inexploradas y vieron como una esplendida luna llena salía por detrás de una colina helada y sobre ella las aurora austral comenzaba a danzar con múltiples colores. Maravillados detuvieron el barco para poder apreciar la belleza que la naturaleza les regalaba en aquella ultima noche y escuchar el sonido que la aurora producía mientras bailaba sobre ellos.
En aquel silencia intenso y profundo los sonidos de la aurora se escuchaban como música y todos en el barco se despidieron de la antartica maravillados.
Y mientras el barco se dirigía hacia el norte durante aquella noche, de las cuevas de las colinas de hielo permanente salían decenas de osos blancos que atraídos por la luz de la luna llena subían hasta lo alto de la colina y al unisono comenzaban a bailar siguiendo movimiento de las luces australes y el ritmico sonido que estas producían como música celestial.
Y mientras las luces de aquel barco con el explorador a bordo se perdía en la oscuridad para siempre, los descendientes de un par de osos polares que viajaban cien años atrás en un barco recordaban el antiguo baile aprendido por sus antepasados frente a los reflectores multicolores de una pista de circo. De aquel circo que viajaba en aquel barco que se perdió en las profundidades del mar y del cual solo los osos polares pudieron sobrevivir.
Y aquel explorador regreso a la civilización a reportar que la isla de los osos polares australes no era más que una leyenda más de marinos y cerraba para siempre su búsqueda, mientras que bien al sur cada mes una leyenda baila al son de las luces australes y la luna llena.
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Había una vez un explorador que había oído una historia sobre una isla en la zona más meridional de la antártica había una isla habitada por osos polares. Como era de todos sabido los osos polares habitan solamente los hielos perpetuos de el artico y nunca, nunca se ha descrito la presencia de osos en las tierras e islas de la Antártida. El explorador preso de su deseo de adquirir fama e intrigado por la historia que había llegado a sus oídos decidió ir más allá y tratar de encontrar si tal historia podía ser verdad.
Reuniendo algunos fondos viajo a Ushuaia, la ciudad más al sur y allí decidido contrato un barco y una tripulación que lo acompañara en tan extraña aventura. La isla de los osos polares. Los habitantes de Ushuaia simplemente se burlaban de el y aunque lo creían loco, el dinero ofrecido convenció al capital de un pequeño barco y su tripulación para aventurarse en las islas en busca de tal isla.
Aprovechando las buenas corriente, el explorador salió con su barco y comenzaron a recorrer la costa de la antártica en busca de una leyenda imposible. Una isla habitada de osos blancos polares. La sola idea de encontrarla podía se considerada descabellada y podría al mismo tiempo representar el mayor descubrimiento de la zoología mundial desde que Darwin visito las islas galápagos.
Después de varias semanas navegando llegaron a la frontera de la antártica y sin ningún plan, excepto salir de allí antes de que el invierno llegara a ellos, comenzaron a explorar las innumerables islas. Una a una fueron una total decepción y ya cuando el invierno comenzaba a hacer presencia decidieron que debían regresar a Ushuaia. Esa noche pasaron cerca a una de las islas inexploradas y vieron como una esplendida luna llena salía por detrás de una colina helada y sobre ella las aurora austral comenzaba a danzar con múltiples colores. Maravillados detuvieron el barco para poder apreciar la belleza que la naturaleza les regalaba en aquella ultima noche y escuchar el sonido que la aurora producía mientras bailaba sobre ellos.
En aquel silencia intenso y profundo los sonidos de la aurora se escuchaban como música y todos en el barco se despidieron de la antartica maravillados.
Y mientras el barco se dirigía hacia el norte durante aquella noche, de las cuevas de las colinas de hielo permanente salían decenas de osos blancos que atraídos por la luz de la luna llena subían hasta lo alto de la colina y al unisono comenzaban a bailar siguiendo movimiento de las luces australes y el ritmico sonido que estas producían como música celestial.
Y mientras las luces de aquel barco con el explorador a bordo se perdía en la oscuridad para siempre, los descendientes de un par de osos polares que viajaban cien años atrás en un barco recordaban el antiguo baile aprendido por sus antepasados frente a los reflectores multicolores de una pista de circo. De aquel circo que viajaba en aquel barco que se perdió en las profundidades del mar y del cual solo los osos polares pudieron sobrevivir.
Y aquel explorador regreso a la civilización a reportar que la isla de los osos polares australes no era más que una leyenda más de marinos y cerraba para siempre su búsqueda, mientras que bien al sur cada mes una leyenda baila al son de las luces australes y la luna llena.