«Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto». Lc 3,22.

«Nadie puede atribuirse nada, si no se lo dan desde el cielo» Jn 3,27.

Se postró ante él y le suplicó: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Jesús extendió la

mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio». Y enseguida desapareció la lepra. Lc

5,12-13.

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a anunciar el

Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para

dar libertad a los oprimidos, y para proclamar el año de gracia del Señor» Lc 4,18-19, Is

61,1-2.

«Ánimo, soy yo, no tengan miedo». Mc 6,50.

«¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver» Mc 6,18.

«El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz, a los que habitaban en tierra y

sombras de muerte, una luz les brilló» Mt 4,16, Is 9,1.

«Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón». Lc 2,19.

«Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con

María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le

ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra». Mt 2,10-11.

«Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria

propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad». Jn 1,14.