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Había una vez dos amigos que habían crecido juntos y habían compartido gran parte de su vida juntos. Juntos habían creado una empresa de transporte en el desierto del Sahara. Con dedicación viajaban incontables días y noches llevando un gran numero de camellos cargados de valiosos objetos. Durante esos interminables días cada uno confiaba en el otro como lo exigía el desierto.
Sin embargo un día mientras estaban aún lejos de el próximo oasis, por alguna razón ambos comenzaron a discutir y a medida que caminaban bajo el inclemente sol del desierto, los ánimos se fueron alterando y en determinado momento la discusión fue volviéndose más y más aguda y de pronto uno de ellos, irritado hasta el extremo levanto su brazo y le propino una profunda bofetada a su amigo y socio.
El otro al recibir en su cara el golpe cayo sobre la arena y confundido comenzó a pararse. Su amigo que había perdido el control y lo había golpeado, comprendió su falta pero orgulloso no dijo nada. El ofendido se irguió y tomando su cayado escribio sobre la arena.
Hoy mi mejor amigo me pego una bofetada en el rostro y me hizo caer en la arena.
Sin decir palabra continuo el camino junto a su socio y amigo esperando llegar al oasis lo antes posible. Cuando el sol del medio día ya quemaba con toda su energía las dunas del desierto ambos vieron la presencia verde del oasis que destacaba sobre el amarillo del interminable desierto y debajo del azul infinito del cielo.
Cada uno, calladamente apresuro el paso de sus camellos y con alegría se sumaron a las delicias que el oasis les ofrecia. Especialmente la pequeña laguna de aguas claras y refrescantes que eran un bálsamo para el sediento y seco cuerpo.
Aquel amigo que había sido abofeteado y lastimado entro primero en la laguna y comenzó a nadar y relajarse en medio de las cristalinas aguas, en cambio su amigo que lo había golpeado, permanecia en la orilla dándole de tomar a los camellos. De pronto el amigo que estaba nadando sintió un dolor en sus piernas y un calambre lo inhabilitaba de nadar, con desesperación comenzó a hundirse mientras con sus manos trataba de llamar la atención de su socio. El socio vio el desespero de su amigo y saltando en el agua alcanzo a su amigo y lo llevo hasta la orilla.
Ambos se sentaron cansados en la orilla y el amigo que casi se ahogo se levanto y sin decir palabra tomo una roca y dirigiéndose hacia una roca cercana gravo la siguiente frase.
“Hoy mi mejor amigo me salvó la vida”.
Su compañero de viaje, Intrigado, le dijo:
Amigo mio…. Porque cuando irritado te golpee en las dunas del desierto escribiste en la arena que yo te había abofeteado y en cambio aquí en el oasis cuando salte a salvarte gravas en una roca que te salve la vida.
El ofendido y luego salvado sonrio con máximo agradecimiento y le dijo.
-Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado, cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.
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Había una vez dos amigos que habían crecido juntos y habían compartido gran parte de su vida juntos. Juntos habían creado una empresa de transporte en el desierto del Sahara. Con dedicación viajaban incontables días y noches llevando un gran numero de camellos cargados de valiosos objetos. Durante esos interminables días cada uno confiaba en el otro como lo exigía el desierto.
Sin embargo un día mientras estaban aún lejos de el próximo oasis, por alguna razón ambos comenzaron a discutir y a medida que caminaban bajo el inclemente sol del desierto, los ánimos se fueron alterando y en determinado momento la discusión fue volviéndose más y más aguda y de pronto uno de ellos, irritado hasta el extremo levanto su brazo y le propino una profunda bofetada a su amigo y socio.
El otro al recibir en su cara el golpe cayo sobre la arena y confundido comenzó a pararse. Su amigo que había perdido el control y lo había golpeado, comprendió su falta pero orgulloso no dijo nada. El ofendido se irguió y tomando su cayado escribio sobre la arena.
Hoy mi mejor amigo me pego una bofetada en el rostro y me hizo caer en la arena.
Sin decir palabra continuo el camino junto a su socio y amigo esperando llegar al oasis lo antes posible. Cuando el sol del medio día ya quemaba con toda su energía las dunas del desierto ambos vieron la presencia verde del oasis que destacaba sobre el amarillo del interminable desierto y debajo del azul infinito del cielo.
Cada uno, calladamente apresuro el paso de sus camellos y con alegría se sumaron a las delicias que el oasis les ofrecia. Especialmente la pequeña laguna de aguas claras y refrescantes que eran un bálsamo para el sediento y seco cuerpo.
Aquel amigo que había sido abofeteado y lastimado entro primero en la laguna y comenzó a nadar y relajarse en medio de las cristalinas aguas, en cambio su amigo que lo había golpeado, permanecia en la orilla dándole de tomar a los camellos. De pronto el amigo que estaba nadando sintió un dolor en sus piernas y un calambre lo inhabilitaba de nadar, con desesperación comenzó a hundirse mientras con sus manos trataba de llamar la atención de su socio. El socio vio el desespero de su amigo y saltando en el agua alcanzo a su amigo y lo llevo hasta la orilla.
Ambos se sentaron cansados en la orilla y el amigo que casi se ahogo se levanto y sin decir palabra tomo una roca y dirigiéndose hacia una roca cercana gravo la siguiente frase.
“Hoy mi mejor amigo me salvó la vida”.
Su compañero de viaje, Intrigado, le dijo:
Amigo mio…. Porque cuando irritado te golpee en las dunas del desierto escribiste en la arena que yo te había abofeteado y en cambio aquí en el oasis cuando salte a salvarte gravas en una roca que te salve la vida.
El ofendido y luego salvado sonrio con máximo agradecimiento y le dijo.
-Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado, cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.