Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

468. Los cinco encapuchados


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Había una vez un reino que vivía una de sus peores crisis. Los habitantes del reino habían perdido la razón y todos los elementos básicos de convivencia se habían perdido. Ya nadie se atrevía a salir de sus casas y solo lo hacían cuando era estrictamente necesario. El temor era el pan de cada día. Pronto todos se vieron afectados y preocupados veían como las historias trágicas se sucedían una a la otra. Ya todos vivían angustiados de ser ellos las próximas víctimas de la violencia. El rey que realmente veía como su reino se empobrecía más y más y como sus súbditos vivían una vida miserable encerrados en sus casas, ordeno que se cerraran las puertas de reino y que nadie, absolutamente nadie pudiera salir o entrar. Para ello coloco un ser enorme y fiero en el portón y le dio poder extraordinario para seleccionar quien podría entrar. 

 

En los otros reinos rápidamente se rego la voz de que aquel reino estaba cerrado debido a la falta de civismo y a la falta de respeto de unos con otros. El decaimiento de aquella sociedad había ido sucediendo paulatinamente y de una falta se pasaba a otra y luego a otra hasta que todos dejaron de creer en los valores mínimos y todos comenzaron a vivir bajo la premisa de que había que aprovecharse de las debilidades de los otros. Pronto la palabra empeñada no tenia valor, repetían el dicho de que el vivo vive del bobo, creían que había que engañar para sacar ventaja, no se respetaba a la edad ni el conocimiento y nadie creía en nada que no fuera lo inmediato. Era pues un pueblo abandonado a sus más básicas pasiones. 

 

Un día sin embargo a las puertas de aquel pueblo se presentaron 5 seres con las caras cubiertas con una capucha.  Tocaron al portón y cuando el guardián de la entrada abrió la puerta menor simplemente les dijo. 

 

Retírense… ningún ser es permitido entrar en este reino. Tomen el camino. El primer ser retiro su capucha y le dijo.

 

Yo soy la fe Y he venido a este pueblo para que los habitantes recuperen su camino con Dios. El guardia gruño como solo un guardia puede hacerlo y le dijo. Y como me puedes demostrar que eres la fe. Entonces la fe se arrodillo, rezo y desde el cielo se oyó una voz diciendo. Ese es mi mensajero. Déjalo entrar. El guardia sorprendido dejo entrar a la fe y pronto en cada una de las casas se empezaron a oír plegarias y rezos a cada Dios. 

 

Luego el segundo dijo. Yo soy la paciencia. He venido para ofrecer la capacidad de aguantar y esperar mejores momentos a todos los habitantes del reino. El guardia de nuevo gruño y le dijo. Y como demuestras que eres la paciencia. La paciencia simplemente se sentó, quito lentamente su capucha y miro de frente al guardián amenazante. Sin pestañear siquiera espero hasta que el guardián bajara sus armas y la dejara entrar. Con el tiempo el guardián se cansó y bajando sus armas le dejo entrar. La paciencia entro y al entrar a todas las casas del reino se empezaron a escuchar menos y menos discusiones entre los habitantes de cada casa. 

 

Luego el tercero dijo. Yo soy la justicia. He venido a traer una balanza que le enseñe a todos a ser justos en su vida y sus negocios. Nadie deberá tomar ventaja de las debilidades de los otros y aquellos que lo hagan deberán recibir un castigo por sus obrar. Déjame entrar y todo comenzara a ser más justo en cada casa y en la plaza de negocios. El guardián miro a el viajero y le pregunto como podría estar seguro de quien era. La justicia saco su balanza y tomando una espiga de trigo la coloco en la balanza y al otro lado coloco su corazón. Cuando la balanza se equilibro dijo. Todo corazón deberá ser liviano como una espiga de trigo . El guardián comprendió que la justicia estaba frente a él y le dejo entrar. Inmediatamente las personas que trataban de sacar ventaja

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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyendaBy Juan David Betancur Fernandez

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