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Juan David Betancur
Había una vez en un granja en Islandia una pareja que tenia un hijo de tres años. Ese día el granjero se encontraba segando el cultivo y la esposa se dedicaba a los quehaceres del hogar mientras cuidaba de si niño. El niño era un niño normal que había crecido adecuadamente y que se comportaba como todo niño de esa edad. Tenía un habla fluida y demostraba una inteligencia superior, lo que alegraba profundamente a sus padres.
La mujer había terminado de limpiar el piso de la casa y tenia que sacar algunas prendas para lavarlas en el riachuelo que corría junto a la casa, salió de la casa dejando a su hijo jugando en el jardín de entrada de la casa como usualmente lo hacia. El niño estaba entretenido reuniendo pequeñas piedras y juntándolas en pequeños montículos. Cuando terminó de lavar la ropa la mujer regreso a la casa y encontró a su hijo sentado en el portón. Lo quiso acariciar como siempre lo hacia pero el niño esta vez aulló de forma extraña. El niño produjo un sonido que nunca le había oído. Trato de hablar con el y el niño comenzó a gritarle. Nunca el niño había mostrado tal comportamiento. Anteriormente el niño se había caracterizado por su temperamento afable y equilibrado y siempre obediente. Ahora parecía totalmente diferente. Cuando se acercaba a el todo lo que obtenía eran gritos y aullidos.
Cuando regreso el marido la mujer le contó lo sucedido pero el estaba tan absorto con las labores de labrantía que poco atención le presto y solo le dijo que eso eran cosas de niños. Sin embargo aquella mujer sabía que algo más podría estar sucediendo. Conocía muy bien a sus hijo y sabía que ya no era el mismo.
Vivia relativamente cerca una mujer que era reconocida por su experiencia y sabiduría. Todos en las zona recurrían a ella cuando algo grave les había pasado o cuando requerían algún consejo, La mujer vivía cerca de una peña volcánica que se erigia junto a una cascada majestuosa. Se decía que esta mujer había vivido cientos de años y que conocía todas los misterios de la isla.
Cuando la granjera le narro los que había sucedido con su hijo, la vieja vecina le dijo. No se te ha ocurrido que ese ser que parece a tu hijo sea un sustituto.
La cara de la granjera cambio de repente. Su semblante se puso pálido como la nieve y sus ojos casi se salían de sus orbitas. Sabía muy bien a que se referia la vieja consejera. Los sustitutos eran seres que se intercambiaban por los niños. Había oído leyendas de pequeños elfos que aprovechaban cualquier descuido de los seres humanos para llevarse a los niños, dejando en cambio otro ser que se transfiguraba en una copia exacta del niño raptado.
La sola mención de la palabra sustitutos llevaba al terror en las personas de las soledades de los campos. Muchas historias se habían tejido alrededor.
La joven mujer desesperada le pregunto a aquella anciana. Dime como puedo saber con certeza aquello. Como puedo identificar si mi hijo es hoy un sustituto.
La vieja le dijo.
La única manera es sorprender en el acto el elfo y escuchar lo que dice y ver lo que hace en un momento donde el piense que no estas cerca. Te doy esta idea.
Deja al chico solo en alguna ocasión, pero antes prepara un escenario que sea extraño para el, tan extraño que el quiera opinar sobre aquello que esta presenciando. Mientras tanto tu estarás escondida escuchando y viendo su comportamiento. Si ves que tu hijo dice algo que tu no entiendas o dice algo que no tiene lógica para un niño de tres años, toma inmediatamente una correa y dale una zurra con toda energía. No te detengas hasta que el ser que lo reemplazo reconozca su verdadera naturaleza.
La joven granjera salió de la casa
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Juan David Betancur
Había una vez en un granja en Islandia una pareja que tenia un hijo de tres años. Ese día el granjero se encontraba segando el cultivo y la esposa se dedicaba a los quehaceres del hogar mientras cuidaba de si niño. El niño era un niño normal que había crecido adecuadamente y que se comportaba como todo niño de esa edad. Tenía un habla fluida y demostraba una inteligencia superior, lo que alegraba profundamente a sus padres.
La mujer había terminado de limpiar el piso de la casa y tenia que sacar algunas prendas para lavarlas en el riachuelo que corría junto a la casa, salió de la casa dejando a su hijo jugando en el jardín de entrada de la casa como usualmente lo hacia. El niño estaba entretenido reuniendo pequeñas piedras y juntándolas en pequeños montículos. Cuando terminó de lavar la ropa la mujer regreso a la casa y encontró a su hijo sentado en el portón. Lo quiso acariciar como siempre lo hacia pero el niño esta vez aulló de forma extraña. El niño produjo un sonido que nunca le había oído. Trato de hablar con el y el niño comenzó a gritarle. Nunca el niño había mostrado tal comportamiento. Anteriormente el niño se había caracterizado por su temperamento afable y equilibrado y siempre obediente. Ahora parecía totalmente diferente. Cuando se acercaba a el todo lo que obtenía eran gritos y aullidos.
Cuando regreso el marido la mujer le contó lo sucedido pero el estaba tan absorto con las labores de labrantía que poco atención le presto y solo le dijo que eso eran cosas de niños. Sin embargo aquella mujer sabía que algo más podría estar sucediendo. Conocía muy bien a sus hijo y sabía que ya no era el mismo.
Vivia relativamente cerca una mujer que era reconocida por su experiencia y sabiduría. Todos en las zona recurrían a ella cuando algo grave les había pasado o cuando requerían algún consejo, La mujer vivía cerca de una peña volcánica que se erigia junto a una cascada majestuosa. Se decía que esta mujer había vivido cientos de años y que conocía todas los misterios de la isla.
Cuando la granjera le narro los que había sucedido con su hijo, la vieja vecina le dijo. No se te ha ocurrido que ese ser que parece a tu hijo sea un sustituto.
La cara de la granjera cambio de repente. Su semblante se puso pálido como la nieve y sus ojos casi se salían de sus orbitas. Sabía muy bien a que se referia la vieja consejera. Los sustitutos eran seres que se intercambiaban por los niños. Había oído leyendas de pequeños elfos que aprovechaban cualquier descuido de los seres humanos para llevarse a los niños, dejando en cambio otro ser que se transfiguraba en una copia exacta del niño raptado.
La sola mención de la palabra sustitutos llevaba al terror en las personas de las soledades de los campos. Muchas historias se habían tejido alrededor.
La joven mujer desesperada le pregunto a aquella anciana. Dime como puedo saber con certeza aquello. Como puedo identificar si mi hijo es hoy un sustituto.
La vieja le dijo.
La única manera es sorprender en el acto el elfo y escuchar lo que dice y ver lo que hace en un momento donde el piense que no estas cerca. Te doy esta idea.
Deja al chico solo en alguna ocasión, pero antes prepara un escenario que sea extraño para el, tan extraño que el quiera opinar sobre aquello que esta presenciando. Mientras tanto tu estarás escondida escuchando y viendo su comportamiento. Si ves que tu hijo dice algo que tu no entiendas o dice algo que no tiene lógica para un niño de tres años, toma inmediatamente una correa y dale una zurra con toda energía. No te detengas hasta que el ser que lo reemplazo reconozca su verdadera naturaleza.
La joven granjera salió de la casa