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Juan David Betancur
[email protected]
Había una vez un hombre que vivía feliz. Aquel hombre había conocido a su esposa casi que por obligación. Hasta el día en que la conoció vivía solo dedicado a sus labores cotidianas pero alguien que lo había visto deambular solamente de la casa al trabajo y del trabajo a la casa se apiado de el y decidio que le conseguiría una compañera. No era fácil para aquel hombre ya que de tanto ocuparse en el huerto no pensaba que fuera necesario tener a alguien con el.
Sin embargo sucedió que después de un día agotador en el campo se tendió debajo de un árbol a dormitar y cuando abrió los ojos la vio. Era el ser más bello que hubiera visto jamás. Estaba allí parada junto a el y el no sabía que decir. Ella dulcemente le sonrió y para el fue la más bella sonrisa que hubiera visto jamás. Nada se comparaba a esa sonrisa, la cara de ella con sus dientes blancos y brillantes, su piel cobriza y su ojos entre abiertos sonaban como una melodía.
Luego de un rato en que no pudo articular palabra alguna, ella tomo la iniciativa, se acercó a el lentamente y con sus boca le dio el más dulce de los besos. Algo que aquel hombre no había sentido nunca antes. Era una sensación dulce y provocadora. Sentía que aquel beso le llenaba los sentidos. Inmediatamente todo su mundo cambio. Ya no recordaba el campo ni el trabajo que en el efectuaba.
Sus mirada cambio, aquella bella figura sonriente y candorosa le llenaba completamente. No podía dejar de pensar en ella. Ella por su parte comenzaba a deambular por su propiedad con una soltura que le intrigaba. Todo lo observaba, todo lo tocaba, y todo lo organizaba. El que siempre había vivido solo veía como otro ser comenzaba a tocar, quitar y poner. Pero no podía hacer nada ante eso. Su conciencia y sus sentidos estaban abrumados y solo tenia ojos para ella.
Ella por su cuenta seguía deambulando por la propiedad tomando nota de cada uno de los detalles. El por su parte pensaba de donde había salido aquel ser tan maravilloso. Sabía que había dormido mal, sabía que se había levantado con una molestia en su costado, pero siendo un ser acostumbrado a las labores del campo no le prestaba atención, solo le importaba ella.
Ella se encontró con el y el con ella. Comenzaron a vivir juntos y a compartir todos y cada uno de los trabajos que el jefe le había asignado. El ahora podía ir a sembrar con todas felicidad ya que siempre ella estaba a su lado. Ambos se encargaron de aquel paraíso que era su lugar de vida.. Llena de frutas y animales y especialmente llena de agua, todo era colorido bajo un manto verde.
La convivencia no fue sencilla. El acostumbrado a vivir solo ahora tenia alguien que le recordaba constantemente que debía organizar, reordenar, y reparar todo lo que tenia alrededor. El que nunca había recibido ninguna orden lo resentía pero de solo mirarla se le pasaba y simplemente obedecía.
Y así pasaron los años, aquel hombre solitario ya vivía en pareja. Pero una duda comenzó a crecer en su cabeza de hombre. Una pregunta que no sabía como hacerla a su pareja por temor a que ella lo rechazara y lo abandonara. Esta pregunta lo martirizaba y no sabía porque. Sentía que debía ser claro con ella y preguntarle. Sabía que no era más que una estúpida muestra de vanidad pero la idea le seguía martillando su mente.
Finalmente, aprovechando que estaban ambos acostados debajo de un manzano de su propiedad viendo caer el sol de la tarde y escuchando a los pájaros volar y cantar a su alrededor decidio salir de una vez por todas de la duda..
Tomándola de su mano se irguió, se paro frente a ella y le dijo.
Mi amor contésta
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Juan David Betancur
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Había una vez un hombre que vivía feliz. Aquel hombre había conocido a su esposa casi que por obligación. Hasta el día en que la conoció vivía solo dedicado a sus labores cotidianas pero alguien que lo había visto deambular solamente de la casa al trabajo y del trabajo a la casa se apiado de el y decidio que le conseguiría una compañera. No era fácil para aquel hombre ya que de tanto ocuparse en el huerto no pensaba que fuera necesario tener a alguien con el.
Sin embargo sucedió que después de un día agotador en el campo se tendió debajo de un árbol a dormitar y cuando abrió los ojos la vio. Era el ser más bello que hubiera visto jamás. Estaba allí parada junto a el y el no sabía que decir. Ella dulcemente le sonrió y para el fue la más bella sonrisa que hubiera visto jamás. Nada se comparaba a esa sonrisa, la cara de ella con sus dientes blancos y brillantes, su piel cobriza y su ojos entre abiertos sonaban como una melodía.
Luego de un rato en que no pudo articular palabra alguna, ella tomo la iniciativa, se acercó a el lentamente y con sus boca le dio el más dulce de los besos. Algo que aquel hombre no había sentido nunca antes. Era una sensación dulce y provocadora. Sentía que aquel beso le llenaba los sentidos. Inmediatamente todo su mundo cambio. Ya no recordaba el campo ni el trabajo que en el efectuaba.
Sus mirada cambio, aquella bella figura sonriente y candorosa le llenaba completamente. No podía dejar de pensar en ella. Ella por su parte comenzaba a deambular por su propiedad con una soltura que le intrigaba. Todo lo observaba, todo lo tocaba, y todo lo organizaba. El que siempre había vivido solo veía como otro ser comenzaba a tocar, quitar y poner. Pero no podía hacer nada ante eso. Su conciencia y sus sentidos estaban abrumados y solo tenia ojos para ella.
Ella por su cuenta seguía deambulando por la propiedad tomando nota de cada uno de los detalles. El por su parte pensaba de donde había salido aquel ser tan maravilloso. Sabía que había dormido mal, sabía que se había levantado con una molestia en su costado, pero siendo un ser acostumbrado a las labores del campo no le prestaba atención, solo le importaba ella.
Ella se encontró con el y el con ella. Comenzaron a vivir juntos y a compartir todos y cada uno de los trabajos que el jefe le había asignado. El ahora podía ir a sembrar con todas felicidad ya que siempre ella estaba a su lado. Ambos se encargaron de aquel paraíso que era su lugar de vida.. Llena de frutas y animales y especialmente llena de agua, todo era colorido bajo un manto verde.
La convivencia no fue sencilla. El acostumbrado a vivir solo ahora tenia alguien que le recordaba constantemente que debía organizar, reordenar, y reparar todo lo que tenia alrededor. El que nunca había recibido ninguna orden lo resentía pero de solo mirarla se le pasaba y simplemente obedecía.
Y así pasaron los años, aquel hombre solitario ya vivía en pareja. Pero una duda comenzó a crecer en su cabeza de hombre. Una pregunta que no sabía como hacerla a su pareja por temor a que ella lo rechazara y lo abandonara. Esta pregunta lo martirizaba y no sabía porque. Sentía que debía ser claro con ella y preguntarle. Sabía que no era más que una estúpida muestra de vanidad pero la idea le seguía martillando su mente.
Finalmente, aprovechando que estaban ambos acostados debajo de un manzano de su propiedad viendo caer el sol de la tarde y escuchando a los pájaros volar y cantar a su alrededor decidio salir de una vez por todas de la duda..
Tomándola de su mano se irguió, se paro frente a ella y le dijo.
Mi amor contésta