Los maestros de Dios han aprendido a ser sencillos. No tienen sueños que tengan que defender contra la verdad. No tratan de forjarse a sí mismos. Su júbilo procede de saber Quién los creó. ¿ Y es acaso necesario defender lo que Dios creó. Nadie puede convertirse en un maestro de Dios avanzado hasta que no comprenda plenamente que las defensas no son más que absurdos guardianes de ilusiones descabelladas.