Si queremos progresar rápido en la profesión necesitamos aprender a crear una buena relación con los clientes, y que así confíen en nosotros, nos paguen, nos sean fieles. Los grandes abogados piensan y actúan de una forma que les vuelve magnéticos a los ojos del cliente. Tienen la habilidad de convertir a un cliente ordinario en un buen cliente.
El secreto, pues, es que no hay malos ni buenos clientes, sino tan sólo abogados torpes o hábiles en su trato con el cliente
De esta habilidad va este episodio.