Si nosotros no llevamos nuestra CRUZ con resignación hasta el final de nuestros días. La Cruz sola de Jesucristo, no bastará para salvarnos.
Pues entonces, como débiles humanos, acudamos pidiendo socorro, auxilio, a quien lo pueda dar. A quien gratuitamente se ofrece, sin pedirnos nada a cambio.
Ahí está Nuestra Madre.
Pequeña historia, de cómo el Escapulario de la Virgen de los dolores, salvó a un joven que había vendido su alma al diablo.