Cumplidos los cincuenta días después de la resurrección de Jesús, según su promesa, de repente, se produjo desde el Cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuerte, llenó todo el cenáculo donde estaban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron hablar en otras lenguas, según el espíritu les concedía manifestarse.