Tener una madre, es esencial para el género humano, para cada hombre y aún para Dios, que la necesitó para encarnarse.

María es Madre del Hijo de Dios y a la vez Madre de aquellos que aman a su Hijo, los “bien-amados” de su Hijo.

Jesús no nos dejó huérfanos, nos dio una Madre.

Se nos ha dado y no impuesto, el mayor de los tesoros, con la mayor de las generosidades, sin pedirnos nada a cambio, solo que no ofendamos a su Hijo, que no la hagamos llorar, que la amemos eternamente, pues eternamente nos ama.