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Catequesis del Papa Benedicto XVI: Salmo 129
El «De profundis», llamado así por la manera en que comienza en su versión latina. Junto al «Miserere», se ha convertido en uno de los salmos penitenciales preferidos de la devoción popular.
El Salmo 129 se abre con una voz que surge de las profundidades del mal y de la culpa (Cf. versículos 1-2). El yo del orante se dirige al Señor diciendo: «a ti grito, Señor». El Salmo se desarrolla después en tres momentos dedicados al tema del pecado y del perdón. Se dirige ante todo a Dios, tuteándole: «Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto» (versículos 3-4).
En el centro del segundo momento está el «yo» del orante que ya no se dirige al Señor, sino que habla de Él: «Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora» (versículos 5-6). Florecen en el corazón del salmista arrepentido la espera, la esperanza, la certeza de que Dios pronunciará una palabra liberadora y cancelará el pecado.
Desde lo hondo tenebroso del pecado, la súplica del «De profundis» se eleva hasta el horizonte de Dios, en el que domina «la misericordia y la redención», dos grandes características del Dios del amor.
By solocatecumenos5
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Catequesis del Papa Benedicto XVI: Salmo 129
El «De profundis», llamado así por la manera en que comienza en su versión latina. Junto al «Miserere», se ha convertido en uno de los salmos penitenciales preferidos de la devoción popular.
El Salmo 129 se abre con una voz que surge de las profundidades del mal y de la culpa (Cf. versículos 1-2). El yo del orante se dirige al Señor diciendo: «a ti grito, Señor». El Salmo se desarrolla después en tres momentos dedicados al tema del pecado y del perdón. Se dirige ante todo a Dios, tuteándole: «Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto» (versículos 3-4).
En el centro del segundo momento está el «yo» del orante que ya no se dirige al Señor, sino que habla de Él: «Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora» (versículos 5-6). Florecen en el corazón del salmista arrepentido la espera, la esperanza, la certeza de que Dios pronunciará una palabra liberadora y cancelará el pecado.
Desde lo hondo tenebroso del pecado, la súplica del «De profundis» se eleva hasta el horizonte de Dios, en el que domina «la misericordia y la redención», dos grandes características del Dios del amor.