Nuestro jardín interior precisa de atención y cuidados. Hemos de aprender a salvaguardar nuestros cultivos, aquellos que alimentan y dan color a nuestras vidas. Para ello, desbrozar se hace imprescindible y es una labor que nos honra y nos hace más amables y adorables porque aprendemos a prescindir de esas malas hierbas que contaminan e impiden nuestro crecimiento.
Estamos aprendiendo a liberarnos de la oscilación apego-rechazo que tanto sufrimiento e inmovilismo causa, el no juicio es la herramienta que bien entendida y aplicada logrará la necesaria ecuanimidad que requiere nuestro centro espiritual, emocional y existencial.