Nuestra afectividad es un territorio que debe ser nutrido de forma sostenible, para que a lo largo del tiempo podamos disfrutar de un equilibro emocional que nos permita vivir desde un corazón libre y sanado.
Nuestras relaciones podrán estar por encima de los condicionamientos y los especialismos que el ego impone y de ellas podrá brotar la conciencia de Unidad que abraza la diversidad y nos hace comprensible el hecho de que dar y recibir es lo mismo y de que el juicio es en realidad, una confesión.