Durante años fue el niño prodigio del sistema de acogida en Estados Unidos.
Un activista, un superviviente, un ejemplo.
Hasta que empezaron a aparecer las denuncias…
y detrás del héroe se reveló un depredador, un manipulador y un estafador profesional.
Cuando el FBI ya le pisaba los talones, Nicholas hizo lo impensable: anunció su muerte.
Cáncer terminal, despedida pública, funeral sin cuerpo.
Todo encajaba. Demasiado bien.
Pero mientras en Rhode Island lloraban su pérdida,
un hombre con acento británico y nombre inventado —Arthur Knight—
luchaba por “su vida” en un hospital de Glasgow.
Mismo rostro. Mismos tatuajes.
Y una esposa que juraba que su marido no era quien decían.
Lo que vino después parece sacado de una serie de Netflix:
un falso funeral, un obituario escrito por el propio difunto,
y una investigación internacional que destapó una farsa digna de película.
Hoy, en Pasaporte Criminal, viajamos tras los pasos de Nicholas Alahverdian,
el activista que quiso engañar a todo un país…
y terminó convertido en el cadáver más vivo del mundo.
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