Todo empezó en Getafe y acabó en el Metropolitano. Con la caída en semifinales de Copa del Rey, el Atlético de Madrid ha ido perdiendo las opciones en todas las competiciones a las que optaba en menos de un mes. 

Sabíamos que suponía un gran desafío y que peleábamos contra muchos elementos, desde los grandes presupuestos de nuestros principales rivales a las artimañas del estamento arbitral. A ello, se unen las limitaciones de una plantilla que adolece de calidad en algunos puestos y la baja forma de algunos puntales personificada en Antoine Griezmann.

Escuchamos entre los rivales faltas de respeto e intentos de desprestigiarnos. “No consuman” ya avisó el Cholo.Pero lo preocupante es lo que piensan y dicen algunos de los nuestros. Es comprensible que todos estemos decepcionados. Pero de ahí a renegar de aquellos que nos han devuelto la ilusión y han mantenido algo de grandeza en esta institución que, de otra manera, estaría abocada a un abismo similar al del Valencia u otros equipos. Dijo Faulkner que entre “ la pena y la nada, prefería la pena”. Estamos tristes y apenados, pero no estamos muertos y el equipo lo demostró ayer en Sevilla con una victoria que otorga moral para lo que queda de temporada. 

Hay que levantarse: reflexionar y ser críticos con la marcha del equipo. Pensando que esto no se ha acabado y que el futuro es ilusionante si las cosas se hacen bien.