Durante todo su ministerio Jesús fue acechado por la perfidia de los fariseos y los ecribas quienes lo acosaban hasta el punto de enviarle espías para acusarle y lograr derribar su labor.
Ahora, al final de su ministerio, estaba siendo capturado gracias a la tración hecha por Judas, los enemigos de Cristo lo apremiaban inflingiendole grandemente, lacerando su cuerpo, burlándose de él, escupiendo su cara y lo más sorpendente buscando la oscuridad para condenarlo bajo falsos cargos.