Luego, después de que hemos pecado, esa misma voz que nos tentó, la que nos dijo que todo estaría bien, la que nos aseguró que no habrían consecuencias, ahora esa voz es la que nos reprende diciéndonos lo debiluchos y fracasados que somos y nos recuerda cuán decepcionado se siente Dios de nosotros.