Luz Stella Salazar y Humberto Patiño llegaron a San Vicente del Caguán en 2005.  Sus hijos eran pequeños para ese entonces y ellos solo querían que pudieran conocer a otros niños, tener espacios de juego en medio de una región tan azotada por el Conflicto armado, y un poco de ocio y esparcimiento entre tanta incertidumbre. Lo que nació así, terminó en un camioncito de sueños para que todos los niños de la región también tuvieran esa oportunidad, la de soñar con y en medio de los libros.

Entre cine foros, procesos de sensibilización alrededor del cuidado ambiental, recorridos ecosistémicos y escenarios de comunicación popular, Bryyyth, George y otros compañeros constituyeron el Colectivo Guardián Amazónico, una propuesta que les ha permitido unir pequeñas historias para dar vuelta a la página de la guerra y el desplazamiento y visibilizar aquellos lugares que hacen del Caquetá una de las regiones más ricas en biodiversidad de nuestro país.

Es el Catatumbo el que nos ha dejado imágenes tan emblemáticas como la de la silla vacía, las tomas y retomas, las pescas y el horror. Pero es también allí, en esta zona de Norte de Santander, en la que los jóvenes han resistido siempre a la guerra, con su fuerza, con sus voces, con sus emprendimientos y con arte. Hoy, por ejemplo, en las zonas rurales de Ocaña vuelven a sonar las guitarras, las flautas y los coros, pero ya sin tanto miedo como antes. Por eso, en Aguante la Paz podcast les traemos la historia de Sinfonía en Paz mayor.

Delia y todas las demás voluntarias y trabajadoras de Innovación social llevan más de 8 años recorriendo las calles de Soledad, Atlántico, para que ninguna mujer, adolescente o niña vuelva a sentirse sola ante la violencia de género, ante la indiferencia y el abandono. Con Innovación social un día decidieron hablar a viva voz y sin tapujos sobre la sexualidad y el placer, sobre los micromachismos y las intimidades; porque lo privado es también político, dice Delia.

El bajo putumayo históricamente ha sido un territorio en disputa; la colonización, la crisis fronteriza y la expansión de los cultivos de coca, atrajo las dinámicas violentas del narcotráfico y la presencia de actores armados. La historia de hoy, pone en el centro a El Placer, una vereda en el municipio del Valle del Guamuez foco de fumigaciones aéreas con glifosato y epicentro de amenazas, desplazamientos, terror y masacres en manos de las AUC y las FARC. El 99 fue un año que marcó la historia de toda la población, pero que a su vez activó la memoria colectiva de la comunidad al construir el Museo de la Memoria Tras Las Huellas de El Placer. Este episodio reúne la lucha intergeneracional, los escenarios de paz y el prohibido olvidar.

Cientos de jóvenes en Colombia han tenido que vivir en medio del conflicto armado, sufrir sus consecuencias de forma directa o indirecta y recibir los coletazos de una guerra tan larga. Las ciudades han recibido todo eso y producido nuevas violencias. En las comunas de Medellín lo saben bien, por eso hoy vamos a hablar de esa historia, de la La Honda, en la comuna 3 particularmente, pero desde su reverso. Desde los jóvenes que decidieron ganarle a la guerra por knock out.

Hay territorios que, como Puerto Rico, Meta, están grabados en el imaginario de la mayoría de personas de las grandes ciudades de Colombia por la violencia, por el conflicto armado, por las tomas guerrilleras y paramilitares, por los cultivos de coca, y demás. Territorios marcados por la estigmatización y la narrativa que los medios nacionales han hecho de ellos. Pero, hoy, acá en nuestro Aguante la Paz queremos reconocer a un colectivo de jóvenes que se niega a que ese discurso los siga persiguiendo y determinando. En Puerto Rico, Clap Producciones, está volviendo a contar al territorio y a la gente que lo habita.

En este episodio de Aguante La Paz Podcast conoceremos la historia de Alexa Rochi, una vallecaucana que a los quince años ya hacía parte de las filas de las Farc, en el bloque oriental; de una mujer que aprendió a fotografiar entre las balas y la selva, y que un día, joven aún, decidió entregar el fusil y resistir desde otro frente. Esta es la historia de una mujer que, como cientos de personas más en este país, vivió la mayor parte de su juventud entre campamentos guerrilleros, emboscadas y armas.

En Aguante la Paz casi siempre traemos historias de las zonas rurales, de los embates de la guerra y de la fuerza de los jóvenes en estas circunstancias. En este episodio, sin embargo, hablaremos de Johander, un joven que como los otros de Aguante, resisten con su fuerza y espíritu a los coletazos del conflicto, pero que se ha visto envuelto en el consumo crónico de heroína, en el microtráfico y la marginalidad que el conflicto dejó en las ciudades, en especial en la capital del Valle del Cauca. Este Aguante es un homenaje a todas esas organizaciones y personas que a diferencia de la aproximación que la guerra contra las drogas hace, abogan por los derechos humanos, por la salud pública, y por los niños, jóvenes y adolescentes que pueden tener y contar otra historia.

En este episodio traemos una historia con final agridulce, atípica en lo que acostumbramos en Aguante la Paz. Sin embargo, en un país como el nuestro en el que todos los días hay que construir y trabajar por la paz y en el que hay baches y tropezones antes de encontrarla, esta es una historia sincera, de esfuerzos, de trabajo colectivo. Una historia, además qué sucede en la Plaza de Mercado de Girardot, porque en Colombia las plazas han sido centros de todo, de las más terribles masacres, pero también de los gestos más grandes de reconciliación, de solidaridad.