Diego y Juan Pablo; dos hermanos que como suele suceder, de chamacos siempre se peleaban, hasta que un día encontraron algo en común: el mundo musical.
Empezaron a explorar de todo - jazz, pop, metal, clásico, trova, salsa, en fin - hasta que, después de tanto experimento, decidieron comprometerse al 100 con la música. Uno se fue a Toronto al jazz, y el otro a Londres al piano clásico. Esto los hizo extrañar no solo a nuestra Latinoamérica nativa, sino más crucialmente, nuestra hermandad.