La izquierda española es una mierda como el sombrero de un picador.
En lo esencial, nuestros ‘progres’ no son muy diferentes de sus homólogos europeos o norteamericanos, aunque arrastran peculiaridades que los hacen todavía más grotescos.
Entiendo que buena parte del rebaño periodístico y los paniaguados del cine asuman sus tesis, porque se vive más cómodo, se gana más dinero y se engorda mejor afiliado al ala zurda, pero coincidirán conmigo en que hay que tener mucho estómago para sintonizar con una tropa capaz de alabar a los psicópatas islámicos, abrazarse a los torturadores chavistas y considerar ‘progresistas’ a los proetarras de Bildu o los xenófobos de Junts.
Hay una serie de etiquetas que definen cabalmente al izquierdista español.