Ha pasado más
de un año desde que Alizzz presentó en Madrid su proyecto como cantante ante un
reducido grupo de gente de la industria. El ambiente era de expectación, esa
sensación de estar asistiendo a algo importante. ‘El encuentro’, su colaboración junto a Amaia con
melodías pegadizas y voces con autotune a lo Sen Senra, sonó esa primera vez
como un tema que iba a marcar el devenir del nuevo pop. Ahora que al fin
sale su disco es el momento de preguntar: ¿lo ha conseguido?
Para responder, es importante la perspectiva. Más allá de
El Guincho, Alizzz es ahora mismo el productor más influyente en España, no
sólo por su papel esencial en el despegue global de C. Tangana, sino por sus
colaboraciones con Lola Indigo o Feid. Desde esa posición, atreverse a dar
el salto al frente de un proyecto en solitario como cantante es una jugada
valiente y muy arriesgada. El balance es muy positivo, aunque no satisfaga
las previsiones más optimistas que le situaban a la altura de su colega
‘Puchito’, en una especie de rivalidad amistosa Madrid-Barcelona.
Aún necesita tiempo para desarrollar su visión privilegiada,
capaz de ver antes que los demás las tendencias que irán marcando la música
juvenil. La nostalgia atraviesa este conjunto de canciones guiadas por una
electrónica sutil y elegante (ese neo r&b por el que está apostando desde
su propio sello, Whoa) y una recuperación de las guitarras melódicas que
arrasaron a principios de siglo. Pese a su ambición comercial, conserva un
espíritu indie (no es casual el guiño a Jota de Los Planetas y a los mexicanos
Little Jesus) y un don para aliarse con voces femeninas: más que en el
tema con Tangana, brilla en el de Amaia y el de Rigoberta Bandini.
Sólo dos cuestiones por resolver:
¿descuidará Alizzz su carrera como productor para apostar por este proyecto? ¿y
será capaz de asumir el protagonismo sobre el escenario tras permanecer en la
sombra en toda su carrera en la música?
José Fajardo.