En el evangelio según San Lucas, capítulo número 8, Jesús relata una parábola. Se trata de la historia de un sembrador. Quién salió a esparcir la semilla en un campo. Parte de esa semilla cayó junto al camino y vinieron las aves y la comieron. Otra cayó en pedregales pero no pudo desarrollarse porque sus raíces eran muy cortas. Otra más fue a dar a los espinos y fue ahogada por estos. La última y más afortunada en el relato fue aquella que cayó en una tierra buena y produjo mucho fruto.

Es tan interesante ver de qué manera El Señor enseñaba a sus discípulos sobre la importancia de tener raíces profundas. La semilla que cayó en los pedregales no tenía suficiente humedad para hacer que su raíz se desarrollara. Sin lugar a dudas luchó por extenderse por en medio del terreno adverso; perseveró por algún tiempo con la esperanza de encontrar una forma de asirse al suelo pero de ninguna manera logró su objetivo. No sabemos exactamente cuánto tiempo permanecería viva esa pequeña semilla, pero de lo que sí podemos estar seguros es que luchó con todas sus fuerzas para afianzarse al terreno, pero luego de algún tiempo pereció.

Jesús explica esta situación de la siguiente manera:  Las semillas que cayeron en las piedras son como aquellos que oyen y aceptan el mensaje con alegría, pero no tienen raíces profundas. Creen por un tiempo, pero cuando las dificultades los ponen a prueba se dan por vencidos. Lucas 8:13...

LA BIBLIA DESDE OTRA PERSPECTIVA