En el ultra competitivo universo del nuevo
pop, cada unx hace lo que puede con lo que tiene. Mientras el
madrileño C. Tangana se inventa un nuevo tipo
de directo-velada canalla donde lo de menos en realidad es su voz, la carioca Anitta
arrasa en Coachella con una propuesta que
recorre los tópicos de Brasil sin desentonar y desde el hedonismo más abierto y
disfrutable: baile sin freno basado en el movimiento hiperbólico de nalgas,
estética colorida de Carnaval, imágenes de fondo de las favelas, ritmos de
samba y funk carioca…
Ha sido la consagración de la brasileña de 29
años como estrella global, un ascenso al Olimpo musical refrendado por su súper
éxito ‘Envolver’, número uno planetario tanto en Spotify como en YouTube, las dos plataformas (con permiso de TikTok) que mejor
miden ahora mismo el impacto de una canción. Todo esto no es más que el
decorado en el que se ha presentado su nuevo disco, este ‘Versions of Me’ que
ha ido mutando durante la pandemia hasta convertirse en un caleidoscopio de lo
que Anitta es capaz de hacer.
¿Y qué es eso que ella puede hacer? Pues de
todo: cantar en español, sumándose a
la imparable ola latina en ese idioma que ya ha conquistado la industria del
entretenimiento en Estados Unidos, y mezclar
sonidos punteros entre la juventud en Latinoamérica como el dembow y el
dancehall junto al pop híper producido con guiños al neo r&b que arrasa en
el mercado anglosajón (en sus letras desde hace tiempo mezcla con
naturalidad su idioma natal con español e inglés para conectar con todas las
audiencias).
Tan sólo han pasado cinco años desde que
Anitta se coló en las pantallas de medio planeta con su single ‘Vai
Malandra’ y en este tiempo la brasileña
ha firmado uno de los ascensos más espectaculares de la música contemporánea.
Quizá este disco no tenga cohesión y parezca un batiburrillo de ideas pero
funciona como el producto pop perfecto: disfrutable, pegadizo y para todos
los públicos. Y, además, ella acaba de pedir el voto contra el
tirano Bolsonaro en las elecciones de
octubre de este año en Brasil. ¿Quién da más?
José Fajardo