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29 de noviembre
Filipenses 4:6–7
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
ANSIEDAD
Vivimos en una cultura ansiosa.
Hay muchas explicaciones sobre por qué la ansiedad parece ir en aumento.
Algunos señalan la economía; otros, la pérdida del sentido de seguridad.
Y hay quienes dicen que las redes sociales han creado factores que alimentan la ansiedad: desde malos hábitos de sueño y exceso de luz artificial, hasta la sensación de aislamiento y el temido “miedo a perderse algo.”
La ansiedad prolongada puede causar otros problemas: debilita el sistema inmunológico, afecta la digestión, provoca tensión muscular y dolor crónico.
Y quizás lo peor de todo es que Satanás puede usar la ansiedad para empujarnos hacia salidas pecaminosas: beber en exceso, comer de más, procrastinar o caer en la pornografía.
Sin embargo, la ansiedad no es algo nuevo.
Desde la caída en el pecado, la humanidad ha tenido más que suficientes razones para preocuparse.
Pensemos en el apóstol Pablo.
Cuando escribió su carta a los filipenses, estaba preso en Roma, esperando —y esperando— el veredicto del emperador sobre su caso.
Si alguien tenía razones para sentirse ansioso, ese era Pablo.
Y aun así, les dice a los cristianos de Filipos:
“Por nada estéis afanosos.”
¿Nada? Sí, nada.
Y después de esa declaración tan audaz, Pablo ofrece la alternativa divina a la ansiedad:
“Por nada estéis afanosos, sino en toda situación, con oración y ruego, y con acción de gracias, presenten sus peticiones a Dios.”
Y cuando lo hacemos, Pablo promete algo extraordinario:
“La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.”
Todo, en última instancia, se centra en Jesús.
El Hijo de Dios vivió una vida de confianza perfecta por nosotros.
Nuestro Salvador y Rey sufrió y murió por todos los momentos en que buscamos salidas pecaminosas.
Y ahora nos invita a abrirle el corazón y hablarle de todo.
Cuando lo hacemos, Él nos concede una paz que sobrepasa todo entendimiento.
Oración
Señor Jesús, cuando me sienta ansioso,
haz que me acerque a Ti y te lo entregue todo.
Concédeme tu paz. Amén.
By Academia Cristo29 de noviembre
Filipenses 4:6–7
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
ANSIEDAD
Vivimos en una cultura ansiosa.
Hay muchas explicaciones sobre por qué la ansiedad parece ir en aumento.
Algunos señalan la economía; otros, la pérdida del sentido de seguridad.
Y hay quienes dicen que las redes sociales han creado factores que alimentan la ansiedad: desde malos hábitos de sueño y exceso de luz artificial, hasta la sensación de aislamiento y el temido “miedo a perderse algo.”
La ansiedad prolongada puede causar otros problemas: debilita el sistema inmunológico, afecta la digestión, provoca tensión muscular y dolor crónico.
Y quizás lo peor de todo es que Satanás puede usar la ansiedad para empujarnos hacia salidas pecaminosas: beber en exceso, comer de más, procrastinar o caer en la pornografía.
Sin embargo, la ansiedad no es algo nuevo.
Desde la caída en el pecado, la humanidad ha tenido más que suficientes razones para preocuparse.
Pensemos en el apóstol Pablo.
Cuando escribió su carta a los filipenses, estaba preso en Roma, esperando —y esperando— el veredicto del emperador sobre su caso.
Si alguien tenía razones para sentirse ansioso, ese era Pablo.
Y aun así, les dice a los cristianos de Filipos:
“Por nada estéis afanosos.”
¿Nada? Sí, nada.
Y después de esa declaración tan audaz, Pablo ofrece la alternativa divina a la ansiedad:
“Por nada estéis afanosos, sino en toda situación, con oración y ruego, y con acción de gracias, presenten sus peticiones a Dios.”
Y cuando lo hacemos, Pablo promete algo extraordinario:
“La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.”
Todo, en última instancia, se centra en Jesús.
El Hijo de Dios vivió una vida de confianza perfecta por nosotros.
Nuestro Salvador y Rey sufrió y murió por todos los momentos en que buscamos salidas pecaminosas.
Y ahora nos invita a abrirle el corazón y hablarle de todo.
Cuando lo hacemos, Él nos concede una paz que sobrepasa todo entendimiento.
Oración
Señor Jesús, cuando me sienta ansioso,
haz que me acerque a Ti y te lo entregue todo.
Concédeme tu paz. Amén.