30 de noviembre
Filipenses 4:7
“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
EL GUARDIA
Cuando la reina Isabel falleció, la Guardia Real entró en acción.
Durante los largos días de ceremonias y funerales, los guardias se mantuvieron constantemente presentes alrededor de su féretro.
Mientras el cuerpo de la reina permanecía en capilla ardiente, su deber era permanecer de pie, inmóviles, en posición de atención.
Una noche, alrededor de la 1 a.m., uno de los guardias se desmayó y cayó al suelo.
Según se informó después, esto no es algo inusual. Las largas horas, el calor, el peso del uniforme y la obligación de mantenerse quietos contribuyen a que, ocasionalmente, alguno se desplome.
De hecho, los guardias reciben entrenamiento específico sobre cómo “desmayarse en posición de atención.”
Es decir, si uno llega a perder el conocimiento, no debe caer de lado, sino hacia adelante, de frente.
Como explicó un oficial: desmayarse de esa forma puede significar “una nariz rota… y dientes perdidos.”
Este tipo de disciplina es un testimonio impresionante de la devoción al deber que caracteriza a la Guardia Real.
Sin embargo, al mismo tiempo, nos recuerda que incluso los guardias mejor entrenados siguen siendo humanos, frágiles e imperfectos.
En el pasaje bíblico de hoy, el apóstol Pablo nos da una promesa solemne y maravillosa:
“La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
Piensa en eso por un momento: tienes un guardia personal —fiel, vigilante, que vela constantemente por tu mente y tu corazón.
Pero, a diferencia de un guardia humano, este guardia nunca se cansa, nunca vacila, nunca se distrae, nunca se desmaya.
Eso es así porque la paz de Dios que te protege está sellada con la sangre de Jesucristo —la misma sangre que nuestro Rey derramó en la cruz del Calvario para limpiar todos nuestros pecados, incluyendo aquellos momentos en que hemos fallado o vacilado en nuestra relación con Él.
Así que, descansa tranquilo y confía.
Tu Salvador y Rey está de guardia, y Él jamás se desmayará.
Oración
Señor Jesús, mi Rey, gracias por mantenerte siempre en guardia.
Enséñame a descansar confiadamente en Ti.
Amén.