Se nos va de ojo que el mero hecho de viajar o residir en otros lugares no nos convierte en mejores personas ni en más inteligentes, pues eso depende de nuestra capacidad de raciocinio y empatía hacia los demás.
Sin duda que viajar amplía la mente, porque nos aporta nuevos referentes sociales y culturales que convertimos en conocimiento, cuando los integramos en otros contextos culturales y sociales. Referentes que nos sirven también para enjuiciar con mayor equidad nuestra propia realidad y cultura.
Aprendizaje de la vida en el que viajar, por lo tanto, no es nada más que un elemento más, ni siquiera el más importante, pues empezamos a aprender de la de vida cuando llegamos a este mundo, y especialmente cuando salimos de nido familiar y nos sumergimos en ella, en virtud de nuestra ansia y deseo por saber y conocer más. Conocimiento que, por tanto, no es una sumatoria de los viajes que hemos hecho, sino de la actitud que hemos desarrollado en cada lugar en el que hemos residido, sea esta nuestra casa o cualquier lugar del planeta. ¡Que no se te vaya de ojo!