Hoy a través de la radio, hemos conocido uno de los árboles más singulares y del cual se han gestado centenares de simbolismos y mitologías. Los griegos le bautizaron como Taxus Baccata, el tejo.
Venerados por las comunidades astures y celtas, celebraban sus ceremonias y asambleas en torno a los tejos, asimismo los antiguos druidas y magos usaban sus ungüentos para alcanzar estados de iluminación.
El tejo da vida y muerte, algunos relatos cuentan que los guerreros astures antes de ser hechos prisioneros, preferían suicidarse utilizando semillas de tejo, y en las guerras usaban el veneno de las semillas para untar y envenenar las flechas que disparaban a los romanos.
El emperador Claudio ya lo recomendaba como antídoto para algunas mordeduras y en el siglo XVIII era considerado antirreumático, antimalárico y abortivo.
La iglesia cristiana se apropió de la simbología del Tejo para vincularlo a las creencias y nuestro protagonista presidía entradas de iglesias y cementerios.
Hoy hemos conocido las luces y las sombras de un árbol milenario, hoy lo que no hemos hecho, ni haremos, es ¡Tirarles los tejos!