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Archigram apareció en los sesenta como un meteorito y dejó algo claro: la arquitectura podía divertirse antes de que la sociedad decidiera volverse gris, seria y profundamente aburrida.
Mientras el mundo soñaba con ciudades ordenaditas y manuales de estilo, ellos propusieron ciudades que caminaban, casas que se enchufaban y metrópolis portátiles, como si la arquitectura tuviera derecho a ser juguete antes que mausoleo.
Este episodio no va de nostalgia, va de provocación.
De cómo un grupo de locos brillantes desmontó la solemnidad del diseño y mostró algo que hoy incomoda: que la arquitectura no tenía por qué obedecer a los políticos, a los ingenieros, ni a la industria… y mucho menos a la propia disciplina.
Archigram diseñó un futuro que no pudo ser porque la sociedad eligió seguir comprando aburrimiento envuelto en ladrillos.
Aquí repasamos sus delirios, sus aciertos y sus golpes de genio, mientras nos preguntamos por qué dejamos que la arquitectura pierda la gracia, el riesgo y la risa.
Si quieres escuchar el último momento en que la arquitectura fue libre, juguetona y descaradamente futurista, dale al play.
By Marcelo Fraile NarváezArchigram apareció en los sesenta como un meteorito y dejó algo claro: la arquitectura podía divertirse antes de que la sociedad decidiera volverse gris, seria y profundamente aburrida.
Mientras el mundo soñaba con ciudades ordenaditas y manuales de estilo, ellos propusieron ciudades que caminaban, casas que se enchufaban y metrópolis portátiles, como si la arquitectura tuviera derecho a ser juguete antes que mausoleo.
Este episodio no va de nostalgia, va de provocación.
De cómo un grupo de locos brillantes desmontó la solemnidad del diseño y mostró algo que hoy incomoda: que la arquitectura no tenía por qué obedecer a los políticos, a los ingenieros, ni a la industria… y mucho menos a la propia disciplina.
Archigram diseñó un futuro que no pudo ser porque la sociedad eligió seguir comprando aburrimiento envuelto en ladrillos.
Aquí repasamos sus delirios, sus aciertos y sus golpes de genio, mientras nos preguntamos por qué dejamos que la arquitectura pierda la gracia, el riesgo y la risa.
Si quieres escuchar el último momento en que la arquitectura fue libre, juguetona y descaradamente futurista, dale al play.