Hoy vamos a hablar de algo que no llega de golpe ni se hereda por decreto: el arraigo. Ese sentimiento de pertenencia que no nace porque sí, sino que se cultiva, se cuida y, a veces, se defiende.

En este episodio quiero llevarte a reflexionar sobre cómo el lugar en el que estamos, las personas que nos rodean y las acciones que repetimos con intención acaban construyendo raíces más profundas de lo que imaginamos. No es cuestión de suerte ni de quedarse quieto esperando. Es cuestión de regar, de poner las manos en la tierra y de aceptar que, para echar raíces, hay que estar dispuesto a cuidar lo que importa, incluso en días en los que parece que nada crece.

Así que ponte cómodo, porque en los próximos minutos vamos a explorar juntos qué significa realmente sentirnos parte de algo… y cómo puedes empezar a cultivarlo tú también.

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