Se nos va de ojo que en las sociedades desarrolladas resulta inevitable e insufrible la cantidad de publicidad que recibimos, cifrada entre 3.000 y 5.000 impactos publicitarios diarios, según los estudios de marketing comercial, que terminan por producir rechazo.

Circunstancia que no ven los publicistas, fiados en la idea de que la repetición y la asociación de una emoción al objeto que se publicita, estimula el impulso de compra.

De aquí surgen dos ideas para vender más. La publicidad aspiracional que asocia el objeto al anhelo del comprador por mejorar su estatus social, aunque sea de manera efímera: son los perfumes, los coches carísimos o los viajes idílicos inalcanzables. Y la publicidad inspiracional basada en el lema de; ¡tú puedes hacerlo por ti mismo!, que se convierte en un reto para el que adquiere ese objeto. Es el caso de una importante empresa sueca cuyos productos deben ser configurados por el propio comprador. Ambos modelos expanden el mensaje perverso de estratificar la sociedad y de afrontar la vida como retos efímeros sin ningún valor, que devalúan el esfuerzo y el anhelo por ampliar nuestro conocimiento. ¡Que no se te vaya de ojo!