Cuando Astor Piazzolla irrumpió, el imaginario del tango
cambió: su música gustaba más en Europa que en Argentina; su manera de tocar se
acercaba más al jazz o a las vanguardias musicales que a la milonga o al sonido
de la orquesta típica. Algo similar pasó cuando su espíritu caló en una nueva
generación de tangueros: la que, con el inicio del nuevo siglo, comenzó a
arrojar otras miradas a un género considerado “de abuelos” o “caduco” por las
nuevas generaciones.
En esa vorágine de agrupaciones de tango electrónico y/o moderno
como Bajofondo, Otros Aires o Yira; se coló un nombre que fue revolucionario y
fundamental para la aceptación del tango en el contexto del siglo XXI: la
Orquesta Típica Fernández Fierro. Con un espíritu de cooperativismo y
neo-conventillo; con un club (una sala-galpón que se convirtió en la meca
de la nueva milonga) como sede central; con un sonido que reproducía los
vaivenes de una Buenos Aires en la que el que afloja pierde; y una generación
de nuevos músicos amantes del tango, la Fernández Fierro es una agrupación
fundamental y mutante, y un semillero de proyectos que han seguido caminos de
forma independiente.
Uno de ellos Astillero: un combo de tango instrumental
comandado por Julián Peralta, que fue pianista y director de la OTFF hasta que
en 2005 decidió emprender camino capitaneando Astillero, un proyecto que
coqueteó con la murga, con la música de cuerdas y hasta con las bandas sonoras.
Otro de ellos es Wálter Laborde, el “Chino” para todo el mundo: vocalista de Fernández
Fierro hasta 2013, donde se independizó de la agrupación, ya convertido en el último
gran cantor de tango reconocido.
Quince años después, el reencuentro entre Laborde y
Peralta parece una reunión en la cumbre, pero también la solidificación de unos
lazos que se vuelven a estrechar con una misión: expresar las mejores
tradiciones del tango nuevo, el del siglo XXI. Seis canciones
grabadas en una jornada en directo de hace casi un año (el 1 de julio de 2019
en los Estudios Fort Music), compuestas por Peralta y Juan Seren (uno de los
letristas más prestigiosos de los últimos años) a excepción de una compuesta en
letra y música por Mariano González Calo, primer bandoneón de Astillero, y
presentadas en el último tramo del año pasado en el Torquato Tasso y que ahora,
por fin, ven la luz en forma de “Arcadia”: un álbum corto, un EP largo, un
proyecto que merece continuidad.
En estas seis canciones, el tango resuena como un género actual,
con ese sonido tan típico de agrupaciones como Astillero: con la violencia de
la ciudad a cuestas, con la influencia de Piazzolla por bandera, pero también
con el contexto de una generación de músicos que han crecido a
tientas entre la formación musical y la cultura rock de su nación. La voz de
Laborde, una suerte de Gardel para casi-millennials, convierte estas seis
piezas en nuevas gemas para que un género ya centenario no solo no se
amedrente, sino que tenga nuevas excusas para seguir cantando las cosas por su
nombre.
Alan Queipo