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La Palabra de Dios tiene la capacidad de bendecirnos la vida; nos alienta cuando estamos afligidos, nos aflige cuando somos altivos y soberbios; nos consuela cuando nos llora el corazón, nos hace llorar de puro amor cuando encontramos el consuelo tan anhelado por nuestras almas; la Palabra de Dios nos sana la herida y nos hiere para purificarnos y restaurarnos de los besos hipócritas del mundo. En el mensaje a la iglesia de Filadelfia, no hay reprensión ni reproche. Solo aliento, solo ternura. Solo una promesa que arde como fuego y consuela como bálsamo: “He puesto delante de ti una puerta abierta.”
By Rosalía Moros de Borregales5
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La Palabra de Dios tiene la capacidad de bendecirnos la vida; nos alienta cuando estamos afligidos, nos aflige cuando somos altivos y soberbios; nos consuela cuando nos llora el corazón, nos hace llorar de puro amor cuando encontramos el consuelo tan anhelado por nuestras almas; la Palabra de Dios nos sana la herida y nos hiere para purificarnos y restaurarnos de los besos hipócritas del mundo. En el mensaje a la iglesia de Filadelfia, no hay reprensión ni reproche. Solo aliento, solo ternura. Solo una promesa que arde como fuego y consuela como bálsamo: “He puesto delante de ti una puerta abierta.”