Mucho se ha hablado de las rupturas y afianzamientos
sentimentales tras el confinamiento obligado que impuso la pandemia global.
Parejas que han certificado su ruptura o su alianza definitiva; compañeros de
piso que han descubierto que no se soportan y otros que han encontrado aliados
emocionales absolutos en tiempos en donde todo está mal. Pero, ¿y los
músicos que conviven?
Es el caso de Benjamín Walker, Yorka y Natisú: artistas
chilenos que conviven en la misma casa, y que decidieron junto a Hakanna
canalizar el confinamiento desde un punto de vista creativo común. Un álbum
absolutamente hijo del confinamiento, que no solo materializa la
montaña rusa emocional que han vivido en este encierro, poniendo en letra y
melodía una ansiedad compartida con prácticamente cualquier habitante no solo
de esa casa, sino del globo terráqueo; pero que, además, sirve para
encontrar los puntos comunes artístico-musicales de cuatro de los nombres
fundamentales del nuevo pop trasandino, más allá de los puntos comunes o
fricciones que tengan a la hora de repartirse los quehaceres domésticos del
hogar que comparten.
“Ya no me quiero acostar para amanecer de nuevo en el
juego de evitar el miedo” cantan casi un mantra que representa el
sentir de todo el planeta estos últimos seis meses. Prácticamente todas las
canciones de “MAL” respiran encierro y confinamiento. Desde cuando cantan
“no recuerdo cuánto tiempo ha pasado para volverte a ver” o “no puedo
salir, algo anda cochino ahí: bajo la escalera, silencio en la acera; nadie
pasa por aquí: me transformo lentamente en un mueblo de mi casa” o “y
aunque pareciera que esto no va a terminar, volverán los abrazos, los engaños,
se juntarán los cuerpos bajo el sol”; o incluso cuando graban de manera
absolutamente casera un interludio en el que parecen compartir canciones en el
salón, el álbum se convierte en una suerte de manual conceptual sobre el
contexto actual.
Pero lo mejor de “MAL”, más allá del gancho conceptual
absolutamente contemporáneo, es la manera en la que la convivencia de cuatro
artistas que conviven bajo el mismo techo acaba traduciéndose en un álbum que
se debate entre el pop de autor de vocación universal de Walker, la capacidad
innata para crear melodías y armonías redondas de Yorka y la visión de
producción contemporánea de Natisú y HAKANNA. Un repertorio llamado a
convertirse en un puntal no solo para recordar esta época aciaga, sino también
los caminos de ida y vuelta de la confluencia artística entre artistas y
productores.