Profesor de Lenguas y Cultura Clásicas
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Bernardo Souvirón Guijo
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EL ORIGEN DEL CRISTIANISMO. PRIMER DESARROLLO
1.- PRÓLOGO EN RELACIÓN CON EL CURSO
La presente propuesta surge de la petición de algunas personas en relación con el tema del origen del cristianismo. En el pasado mes de mayo hicimos una pequeña introducción, tratando de estudiar las fuentes del cristianismo, el significado profundo de algunas palabras fundamentales y las raíces del cristianismo, que se hunden en un tiempo muy anterior a Jesucristo y se concretan, primero, tras la muerte de Alejandro Magno, durante la época que conocemos con el nombre de helenística, y, después, a lo largo de todo el Imperio romano.
Cuando en el siglo IV la Iglesia logró imponerse como la ideología espiritual y religiosa predominante y aceptó la alianza que le proponía el Imperio romano (en la época comprendida entre Constantino y Teodosio), la Iglesia ni era ni se parecía ni representaba a la comunidad cristiana primitiva. La realidad es que para conseguir tal predominio y acabar identificándose con el poder, había aceptado una gran cantidad de las ideas, las aspiraciones culturales, las teorías filosóficas, los mitos y, finalmente, los procedimientos religiosos y cultuales de los paganos.
Probablemente, el éxito del cristianismo se cimentó en que asoció todo lo que había recibido desde fuera con lo que le era propio, de forma que, transformada y sincretizada, la Iglesia se vio en condiciones de asumir el poder, pues representaba ya a un cristianismo sincretizado con su entorno y alejado de algunas de las ideas básicas iniciales.
Hubo muchos movimientos de oposición a este sincretismo que deformó en gran medida el legado que las comunidades cristianas primitivas habían confiado a la Iglesia desde sus orígenes, hasta el punto de producir secesiones y antagonismos irreconciliables, que en algunos casos acabaron con el martirio. Un martirio decretado por la propia Iglesia.
La investigación moderna en relación con la historia de las religiones hace tiempo que intenta desentrañar lo que podríamos llamar el legado propio del cristianismo, ajeno a influencias y préstamos exteriores. Se trata de un empeño casi imposible, porque desde el principio, el cristianismo funcionó como un imán que atraía de manera incontenible las fuerzas que, en cada momento, parecían estar en el centro del devenir histórico.
Así pues, una pregunta parece inevitable: ¿logró imponerse el cristianismo por lo que tenía de propio, por las características, permítaseme la expresión, de su alma, o, más bien, lo logró gracias a su capacidad de atraer hacia sí todo lo que le rodeaba para adaptarlo y transformarlo según sus propias necesidades?
La verdad es que la consideración de los hechos históricos nos pone ante lo que algunos autores han denominado una realidad insoslayable, a saber, que tanto en la cristiandad primitiva como en la Iglesia sincrética del siglo IV, apenas hay ritual, símbolo o representación que no pueda encontrarse en otras religiones. Tampoco hay formulación ideológica de la que no puedan encontrarse paralelos, o fenómeno particular alguno del que no pueda hallarse un correlato a la luz de la historia de las religiones.
Finalmente, una observación fundamental debe hacerse también. Todo lo que atrajo, rehízo o, simplemente, copió de su entorno, el cristianismo primitivo lo refirió y asoció con la figura de Jesucristo, que, realmente, representa esa fuerza magnética capaz de dirigir hacia él toda representación, idea o procedimiento, de forma que, a falta de un acerbo propio, es precisamente esta figura, la de Jesús de Nazaret, lo que, en opinión de algunos especialistas, caracteriza al primitivo movimiento cristiano, y no las ideas nuevas, que, realmente, brillan por su ausencia.
Presento el curso completo, sin acotar un calendario, con la idea de que, quienes se interesen por el contenido, puedan hacerse una idea de lo que abarca. No es un curso exhaustivo, pues cabe la posibilidad de ampliar algunos aspectos concretos, pero es un curso cuyo contenido procurará un conocimiento general sobre el cual edificar otros conocimientos más concretos.